La ofensiva migratoria impulsada por el expresidente Donald Trump en 2025 ha generado consecuencias directas en la productividad agrícola de California.
Redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) provocaron una reducción masiva en la mano de obra en los campos de cultivo, afectando severamente la recolección de frutas y verduras, justo en plena temporada alta.
Ausencia de trabajadores pone en riesgo miles de millones en cosechas
En el condado de Ventura, una de las regiones agrícolas más importantes del estado, agricultores como Lisa Tate han presenciado una baja del 70% en la asistencia de trabajadores, quienes han dejado sus labores por temor a ser detenidos o deportados.
“Si el 70% de tu personal no llega, el 70% de la cosecha se pierde”, afirmó Tate, quien representa la sexta generación de una familia agricultora. Este fenómeno pone en peligro cultivos enteros que dependen de la recolección manual, acelerando el riesgo de pérdidas económicas multimillonarias.
La cadena alimentaria nacional, bajo presión
De acuerdo con datos del Departamento de Agricultura de California, el estado produce más de un tercio de las verduras y el 75% de las frutas del país, representando casi 60 mil millones de dólares en ingresos agrícolas tan solo en 2023.
La falta de trabajadores pone en jaque esa productividad. Supervisores de campo reportaron caídas de personal alarmantes: de 300 trabajadores esperados, solo 80 se presentaron; en otro caso, de 80 solo llegaron 17. La cadena de suministro alimentaria se tambalea, y los efectos pueden trasladarse a los precios que pagan los consumidores en supermercados.
Impacto directo en los negocios del campo
Douglas Holtz-Eakin, exdirector de la Oficina Presupuestaria del Congreso, señaló que el 80% de los trabajadores agrícolas en EE.UU. son nacidos en el extranjero, y casi la mitad en situación irregular.
Su retiro forzoso del mercado laboral no solo implica escasez de mano de obra, sino también mayores costos operativos y posible quiebra de pequeños productores.
El miedo a la deportación ha superado al calor, la jornada física y los bajos salarios: muchos trabajadores han dejado los campos. Otros, según reportan organizaciones comunitarias, han optado por ocultarse, compartir transporte con ciudadanos estadounidenses o limitar su exposición pública para evitar ser arrestados.
Testimonios entre incertidumbre y miedo
Uno de los trabajadores, de 54 años y con 30 años de experiencia en campos estadounidenses, confesó que vive cada jornada con miedo de no volver a ver a su familia. Otro dijo: “Nos preocupa el sol, el calor, y ahora algo peor: no regresar a casa”.
Aun así, muchos regresan por necesidad económica. Agrupaciones que defienden los derechos de los jornaleros señalan que, aunque la asistencia se reduce drásticamente tras las redadas, los trabajadores vuelven en días posteriores porque no tienen otra fuente de ingresos.
Un llamado de alerta para emprendedores rurales
Para los pequeños empresarios agrícolas, este escenario representa un punto de inflexión: operar en la incertidumbre migratoria requiere ajustes estratégicos urgentes. Desde automatización parcial hasta alianzas comunitarias y legales, los productores deberán adaptarse si desean sobrevivir en un entorno cada vez más restrictivo.
Las redadas no solo impactan a los migrantes, sino a toda la economía rural y al sistema alimentario del país. Para muchos productores independientes, esta podría ser la diferencia entre sostener su negocio o cerrar sus puertas.
Vía Milenio



